Dentro del fascinante y a la vez espeluznante mundo animal, el Cymothoa exigua, también conocido como "come-lenguas", se destaca como uno de los casos más singulares y terroríficos de la naturaleza. Este diminuto isópodo, perteneciente a la familia de los cimotoidos (Cymothoidae), ha captado la atención de los científicos debido a su inquietante modus operandi y a su capacidad para reemplazar funcionalmente un órgano en sus víctimas.
El Cymothoa exigua inicia su ciclo de vida ingresando al cuerpo de un pez a través de las branquias. Una vez dentro, se adhiere a ellas mientras completa su proceso de maduración, momento en el cual es un macho. Posteriormente, el parásito se desplaza hacia la lengua del pez, donde comienza su macabro proceso. Succiona la sangre de la lengua del pez hasta que el órgano se atrofia y finalmente se cae. Es en este punto donde el Cymothoa exigua asume un rol único en la naturaleza: se adhiere al talón del pez y se convierte en su nueva lengua.
Este es el único caso conocido en el mundo animal donde un parásito sustituye funcionalmente un órgano. El parásito, ahora convertido en lengua, se asegura su propia alimentación tomando una porción de la comida cada vez que el pez se alimenta. Sorprendentemente, este proceso no parece causar un daño significativo al pez, que continúa utilizando al parásito como si fuera su lengua natural.
Lo más intrigante es que, durante este proceso, el parásito cambia de sexo, pasando de macho a hembra una vez que ha sustituido la lengua del pez. Este cambio es crucial para su ciclo reproductivo, ya que la hembra se aparea con machos que permanecen en la cámara branquial del pez.
Aunque el Cymothoa exigua pueda parecer aterrador, especialmente por su apariencia incolora y sus diminutos ojos visibles en el interior del huésped, no representa una amenaza directa para los humanos. Se cree que el único riesgo que podría presentar sería una mordedura si se captura vivo.
Este parásito está ampliamente distribuido en el golfo de California hasta el norte del golfo de Guayaquil en Ecuador, donde continúa sorprendiendo a los investigadores con su impactante comportamiento.